domingo, 21 de febrero de 2010

Cambalache 1982

Mi maestro, Osvaldo Rossler, escribía esto y lo cantaba por ahí luego de la guerra.

A San Martín y Discépolo

Compañero no me hables, no me indagues,
mas bien encanecé, pronto y sin queja.
Afeitate la trompa, el dedo, el alma,
la huella de la barba y el bigote,
y acurrucate en medio de los llantos,
dormite con las balas que nunca se tiraron.

Ay compañero a todos nos empaquetaron,
a todos nos vendierton la victoria y el énfasis.
desde la juventud hasta los jubilados
todos creyeron, todos se juntaron.

Islas queridas para siempre ajenas,
pechos amigos para siempre ausentes.
cuánta palabra inútil, cuánto gesto.
Cuánta promesa vana proferida.
Cuánta moral tirada a la basura.

Tierra del verso, el palo y la sanata,
del chantunaje, el curro y el camelo.
esto ha sido otro tango, otra novela,
entre fantasmas, flores, granaderos,
"truinfos morales", bombas que no estallan,
generales que juaran y no mueren,
apaleamientos por vivar a la patria,
desembarcos por siempre controlados,
y obsecuencias, proclamas, TIAR, OEA,
fondos patrióticos, banderas, marchas,
el ciudadano con su escarapela,
informaciones con desodorante,
y unos héroes también sacrificados.

Argentina en video, en caos, en salsa.
"Se perdió una batalla, no la guerra"
Pero eso sí, con muchos asesores,
con mundial campeonato de por medio,
con "60 minutos de noticias",
con "argentinos a vencer" en coro,
premios consuelo para el mutilado,
enigmáticos gurkas, kelpers híbridos.
el Vicario de Cristo en "Papamóvil"
fraternidad con los venezolanos,
aunque por cierto "unidos, es más fácil".

La Nación, julio de 1982

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